En LC Psicólogos te entrenamos en diversas técnicas de control de tu activación.
Se suele considerar técnica de relajación cualquier procedimiento cuyo objetivo sea enseñar a una persona a controlar su propio nivel de activación sin ayuda de recursos externos.
La tensión o activación, en especial la activación emocional, puede estar producida por pensamientos, condiciones externas (ruido, calor…) o por nuestras propias actuaciones.
La relajación genera múltiples beneficios en quien la practica:
En LC Psicólogos trabajamos con diversas técnicas de control de la activación:
Aunque existen diversos procedimientos de relajación, este es el más empleado en terapia. Consiste en el aprendizaje de ejercicios alternativos de tensión y distensión en distintos grupos musculares. La tensión muscular y la tensión psíquica guardan cierta relación, de forma que una excesiva tensión muscular en determinadas zonas corporales puede provocar también tensión psíquica o incluso dolor. De la misma manera, la distensión muscular favorece la distensión psíquica, creando una sensación placentera y reconfortante.
La práctica repetida del procedimiento ayuda al paciente a discriminar la experiencia de tensión y a emplear respuestas de relajación frente a ella. Posteriormente aprenderá a identificar en situaciones cotidianas las señales de tensión y podrá relajarse in situ.
Este modo de entrenamiento en relajación pretende que el paciente aprenda a tensar exclusivamente aquellos músculos relacionados con la ejecución de una tarea.
Es un entrenamiento en conciencia corporal muscular. Requiere de un entrenamiento previo en el procedimiento básico.
Está indicado para personas que tensan musculatura no relacionada con la actividad que realizan o aquellas que han desarrollado patrones tensionales crónicos.
En este caso no se utilizan los ejercicios de tensar músculos, sino la voz del terapeuta para dirigir la atención del cliente a los grupos musculares, haciendo referencia a sensaciones de peso y calor. Está indicada para personas de edad avanzada o con problemas físicos que desaconsejan los ejercicios de tensión.
Consiste en entrenar al paciente para evocar mentalmente una escena que tenga un valor especial para tranquilizarle. El paciente aprende también a asociar esta escena a determinadas palabras de contenido relajante que ayudan a potenciar el efecto beneficioso.
La relajación autógena se basa en las representaciones mentales de las sensaciones físicas. Actúa sobre el sistema nervioso autónomo y reestablece el equilibrio entre sus ramas simpática y parasimpática.
Los ejercicios consisten en centrar la mente en fórmulas cortas y repetitivas e imaginar de forma intensa lo que sugieren. Es un procedimiento muy estructurado con dos ciclos:
El objetivo es sustituir nuestra habitual respiración superficial, que utiliza tan solo una parte de la capacidad pulmonar, por una respiración correcta que permita la adecuada oxigenación del organismo, una reducción del esfuerzo realizado por el corazón y una menor intoxicación general de nuestro cuerpo.
La respiración profunda es un método de autocontrol potente. Produce efectos fisiológicamente tan beneficiosos como los que provoca la relajación. Los mejores resultados se conseguirán combinando ambos procedimientos.
La respiración, para ser útil, tiene que convertirse en un instrumento de fácil uso. Por ello, es necesario practicar en situaciones cada vez más reales pasando después, como en la relajación, a situaciones menos confortables que nos producen emociones negativas hasta llegar a automatizar su control.
Su objetivo es modificar el estado mental del paciente consiguiendo que disminuya la tensión y aumente su tranquilidad.
Existen cuatro tipos fundamentales: