Ocurren cuando el individuo no logra adaptarse sin problemas a su nueva situación.
La vejez es el éxodo de una persona que, por razón de su crecimiento en edad, sufre la decadencia biológica de su organismo y un receso de su participación social. Se puede entender como una situación existencial de crisis, resultado de un conflicto íntimo entre nuestra aspiración natural a crecer y la decadencia consecuente con el avance de los años.
La vejez tiene limitaciones, pero también unos potenciales únicos y distintivos: serenidad de juicio, madurez vital, experiencia, perspectiva de la vida histórica personal y social, etc.
Este periodo involutivo se caracteriza psicológicamente por los esfuerzos que necesita realizar el mayor para adaptarse a los cambios biológicos, a las limitaciones físicas y a las nuevas condiciones de vida que supone el envejecimiento.
Las aptitudes cognoscitivas del individuo se ven afectadas en distinta medida durante el proceso de envejecimiento. El descenso de la capacidad intelectual en los ancianos no se produce en función de la edad cronológica sino que va ligado a enfermedades y circunstancias psicosociales desfavorables.
Desde el fin de la madurez, el individuo sufre una confrontación entre sus realizaciones existenciales y sus proyectos ideales. Este conflicto se precipita con la aparición de algunos momentos críticos.
A partir de cierta edad, es frecuente la presencia de achaques y alteraciones anatómicas, asociadas a molestias, así como de enfermedades de mayor entidad.
En un proceso de envejecimiento normal, el individuo se va adaptando sin problemas a su nueva situación. Sin embargo, en incontables ocasiones surgen durante el envejecimiento problemas cognoscitivos y/o psicológicos.:
La depresión en las personas de la tercera edad es un importante problema de salud mental por su mayor gravedad, su elevado riesgo y las dificultades que puede ofrecer para su correcta identificación, ya que el anciano frecuentemente padece al mismo tiempo enfermedades crónico-degenerativas.
El hecho de que se considere a la depresión como una consecuencia lógica del envejecimiento, constituye un factor que actúa negativamente en la detección de este padecimiento. Cuando una persona de edad va al médico, tiende a describir exclusivamente síntomas físicos y puede ser reacia a hablar de su desesperanza y tristeza.
Es importante destacar el riesgo de suicidio que tiene la persona deprimida en esta edad; cuatro veces mayor que los deprimidos de menor edad. Desafortunadamente, la depresión senil no recibe la atención que merece por su magnitud y trascendencia y solo un escaso porcentaje de ancianos con depresión recibe un tratamiento adecuado. En LC Psicólogos sí nos preocupamos por la depresión de nuestros mayores y queremos ayudarles a superarla.
Este cuadro no es muy distinto al que se produce en otras etapas de la vida, aunque en ocasiones presenta algunas características particulares. La depresión se acompaña, frecuentemente, de un componente ansioso, somatización e hipocondría, una postura de pesimismo y la resignación ante las escasas perspectivas de futuro.
Como en el caso de la neurosis, estos cuadros provienen ya de etapas anteriores o son muy similares a los descritos en la vida adulta.
Bajo esta etiqueta se engloban diferentes enfermedades que repercuten de forma dramática en el funcionamiento intelectual del anciano a causa del deterioro neuronal. Es un trastorno crónico que incide en la memoria, la capacidad de concentración y el aprendizaje. Todas estas alteraciones son lo suficientemente graves como para interferir significativamente en las actividades de relación, laborales o sociales.
Como rasgos asociados a la demencia aparecen: ansiedad, síntomas obsesivos, aislamiento social, ideación paranoide o celotipia y una vulnerabilidad incrementada ante situaciones de estrés.
La edad de comienzo de la demencia senil es después de los 65 años, aunque existe demencia de inicio presenil. El curso puede ser progresivo, estático o reversible, de inicio brusco y curso estable, de inicio insidioso y curso lentamente progresivo o de inicio y curso lentos.
El deterioro del estado general es variable:
Sus síntomas incluyen:
A lo largo de la evolución de la enfermedad aparecen una serie de complicaciones: auto y heteroagresividad, delirio, traumatismos, infecciones diversas, desorientación temporo-espacial, etc.
Es la demencia más común y la de consecuencias más incapacitantes. Tanto la edad de comienzo como la progresión del deterioro son variables, aunque suele iniciarse en edades avanzadas y con un curso lento y regular. Afecta progresivamente a todas las funciones intelectuales, desde la memoria o el reconocimiento de rostros hasta el pensamiento o el lenguaje.
Producida por pequeños infartos que afectan al suministro de sangre al cerebro, sus efectos dependen de la funcionalidad de la zona cerebral afectada. En caso de efectos sobre las capacidades mentales, no es extraño encontrar alternancia entre periodos de lucidez y otros de total confusión.
Con frecuencia, la confusión es un síntoma de alguna enfermedad orgánica, accidente o efecto secundario de algún fármaco.
Típicamente, lo más llamativo es la desorientación espacio-temporal, que tiene carácter fluctuante, con momentos de confusión seguidos de periodos de plena orientación.
Presentan una alteración marcada de la conciencia que incluye ideas delirantes y, en ocasiones, alucinaciones.
La gran mayoría de estos trastornos se caracterizan por el deterioro progresivo de las facultades físicas y mentales de los pacientes, que conducen a una situación de total dependencia de una tercera persona para poder subsistir. Por ello, cuando una persona padece Alzheimer, toda la familia sufre la enfermedad en mayor o menor medida.
Existen evidencias de que la estimulación de las capacidades cognitivas ayuda a ralentizar la pérdida de estas funciones y habilidades. Esta estimulación consiste en trabajar aquellas áreas que aún conserva el paciente, de forma que el entrenamiento permita compensar las pérdidas que está sufriendo con la enfermedad. En LC Psicólogos trabajamos en la estimulación de capacidades cognitivas.
La finalidad de las terapias cognitivo-conductuales, que incluyen la orientación y la rehabilitación cognitiva, es reducir las distorsiones cognitivas y mejorar las capacidades debilitadas al ejercitar las habilidades mentales del paciente.