La interpretación catastrófica de los signos corporales es el mecanismo por el que se dispara la hipocondría.
La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una enfermedad grave a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal u otro signo que aparezca en el cuerpo. Puede ocurrir, por ejemplo, con lunares, pequeñas heridas, toses, latidos del corazón, movimientos involuntarios o sensaciones físicas difusas.
La interpretación catastrófica de los signos corporales es el mecanismo por el que se dispara la hipocondría.
Asociado a la hipocondría suele aparecer un miedo desmedido a la muerte, al dolor, al sufrimiento, a la debilidad o a la dependencia de otros. Las enfermedades que más se suelen temer son las consideradas más irremediables por la sociedad como cáncer, sida o problemas del corazón.
Sentir ansiedad y miedo implica la antesala de la preparación para luchar o huir ante aquello que tememos. Este mecanismo de adaptación nos ayuda a tener éxito, pero el problema surge cuando tenemos ansiedad o miedo en situaciones en las que lo apropiado sería estar tranquilos.
Para luchar o huir necesitamos centrar toda nuestra atención en aquello que nos amenaza. Esto hace que cuando buscamos asegurarnos que no existe una sensación, esta aparezca irremediablemente.
Veamos. Ahora no te pica nada. ¿Seguro que no? Si buscas intensamente durante dos minutos, con mucha probabilidad, aparecerá picor en alguna parte de tu cuerpo.
Cuando luchamos o huimos, además, es preciso que nuestro organismo genere los cambios necesarios para hacerlo: la respiración se acelera, el corazón late con más velocidad para bombear sangre a los músculos… Estas sensaciones desagradables, normalmente, se atribuyen a la situación que tememos no dándoles mayor importancia. Pero si nos planteamos que no son lógicas, que no pasa nada ante lo que tengamos que huir o luchar, podríamos empezar a pensar, por ejemplo, que esos latidos del corazón son debidos a su mal funcionamiento. Esta interpretación nos causaría miedo y entraríamos en el círculo vicioso de la hipocondría.
Hay personas con hipocondría que acuden compulsivamente al médico y consiguen tranquilizarse momentáneamente cuando les dicen que no tienen nada. Esta calma dura poco ya que enseguida piensan: “pero no le dije que…”, “pero no me ha hecho la prueba X…”. Así resurgen la duda y el miedo, con lo que el problema cobra aún más fuerza. Los profesionales pueden intentar reforzarles la idea de que están sanos y no padecen la enfermedad que temen, pero, de esta manera, el entorno sanitario se convierte para ellos en la única forma de asegurarse de que no les pasa nada de modo que vuelven una y otra vez en busca de alivio, aunque resulte poco duradero. Finalmente, pueden llegar a irritar al médico.
Otros no van al médico por el propio miedo a que les descubran algo. Lo evitan hasta el punto de que descuidan su salud y dejan de hacer los chequeos que todos deberíamos seguir.
Al sufrimiento que tienen se le añade la tremenda incomprensión por parte de los médicos y de quienes les rodean. El paciente cree padecer una enfermedad física y, al no encontrarle nada, le dicen que todo es imaginación, que se olvide, etc. Nadie parece darse cuenta de que no saber lo que pasa y encontrarse mal conlleva un sufrimiento mucho más angustioso que muchas enfermedades físicas y que los síntomas que tiene los está sintiendo realmente, aunque no correspondan a una enfermedad determinada.
En nuestra sociedad cometemos, habitualmente, el error de creer que cuando se nos dice que lo que nos pasa es PSICOLÓGICO se nos quiere hacer entender que tenemos CUENTO. Los procesos psicológicos tienen una realidad total en el cuerpo. El dolor, la angustia y las enfermedades psicosomáticas son completamente reales, aunque los procesos que las desencadenan sean psicológicos y no correspondan a una enfermedad física. Una cuestión de vital trascendencia para el tratamiento de la hipocondría es que el entorno del paciente entienda que este sufre aunque parezca que todo es imaginario y sin sentido.
Es importante no confundir aprensión con hipocondría. Hay grados de aprensión, pero una preocupación «normal» o «exagerada» por la salud no tiene por qué desembocar en una hipocondría. La hipocondría implica un sufrimiento muy grande y un deterioro de la vida social, laboral, familiar y personal. La persona aprensiva solamente se preocupa, pero no se deteriora su vida.
Los tratamientos psicológicos que han probado empíricamente su eficacia en el tratamiento de la hipocondría son los cognitivo-conductuales. Consisten fundamentalmente en la exposición a los síntomas de enfermedad que siente el paciente sin intentar controlarlos ni minimizarlos.
Habitualmente se incluye terapia cognitiva para identificar los pensamientos automáticos que asocian síntomas y enfermedad y cuestionarlos racionalmente con ayuda de experimentos en la vida cotidiana que confirmen la hipótesis sana de que los síntomas no corresponden a una enfermedad. El fin es mostrar al paciente una interpretación adecuada de los síntomas que siente a fin de que supere el miedo que le generan.
En LC Psicólogos tratamos la hipocondría mediante terapia cognitiva-conductual de modo individualizado según las necesidades de cada paciente.