La respuesta de estrés supone la activación de recursos extraordinarios, lo que implica un desgaste importante para el organismo, que no puede mantener durante mucho tiempo un ritmo constante de actuación por encima de sus posibilidades.
La persona estresada se puede ver afectada a diferentes niveles:
1) Nivel físico: aumento de la tensión arterial, de la respiración, alta frecuencia cardíaca, palpitaciones, diarrea, trastornos estomacales, dolores de cabeza, inquietud, desasosiego, erupciones cutáneas, resfriados…
2) Nivel mental: incapacidad para concentrarse, más errores y fallos “tontos”, falta de memoria, disminución del rendimiento general, menos pensamiento racional, incapacidad para terminar una tarea antes de empezar otra, tener mucho que hacer y no saber por dónde comenzar…
3) Nivel emocional: irritabilidad, impaciencia, angustia, preocupación, ansiedad, miedos, risa nerviosa, excesiva crítica hacia uno mismo y los demás, depresión, estallidos emocionales, ganas de llorar, conductas hostiles y agresivas, baja autoestima, frustración, dejadez, culpabilidad…
4) Nivel conductual: cambios en los hábitos de trabajo, en las costumbres personales, insomnio, apatía, aumento del consumo de alcohol, tabaco y drogas, evitación del trabajo y demás obligaciones, aumento de la torpeza, conductas compulsivas, tendencia a tener accidentes…
